El Ejército espiaba a los cabecillas del grupo criminal Guerreros Unidos. Hay evidencia irrefutable de ello. La noche del 26 de septiembre de 2014, el Ejército interceptó una llamada telefónica entre un mando policial y uno de los líderes de ese grupo. Hay pruebas documentales para sostener esta afirmación.

Tales documentos fueron exhibidos en el último reporte del GIEI y en ellos aparece información relativa a una llamada según la cual hubo un traslado de 17 normalistas a las 10:00 p. m. del viernes 26 de septiembre de 2014.

¿Adónde fueron trasladados esos estudiantes? ¿Estaban aún vivos? ¿Quiénes participaron en esa operación? ¿Existe una transcripción completa de dicha conversación? ¿Dónde está esa transcripción? ¿Por qué si hay huellas con sello de las fuerzas armadas el mando militar niega la intercepción y la transcripción de la llamada entre el policía y el criminal? ¿Hubo otras comunicaciones interceptadas que no han sido compartidas por el Ejército?

Ayer por la mañana el presidente Andrés Manuel López Obrador negó que el Ejército estuviera escondiendo información. Sin embargo, por la tarde —con documentos en la mano— los abogados de las familias de los 43 exhibieron papeles para corroborar la mentira.

Entonces el Presidente tuvo que recular. Pidió a la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, y al subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, que consiguieran la transcripción completa de la comunicación en disputa y que también averiguaran si en los archivos militares existe otra información que permitiría dar con el paradero último de los estudiantes.

De obtenerse, lo que ayer se exigió al Presidente podría responder la mayoría de las preguntas listadas arriba, entre ellas la más importante: ¿dónde fueron a dar los 43?

En ninguna circunstancia es creíble que, después de nueve años, sigamos sin conocer la respuesta.

Dejando a un lado las razones de la complicidad de los mandos castrenses en el ocultamiento de la información, el Ejército tiene una obligación histórica: entregar todo aquello que ha sido deliberadamente apartado del ojo de la investigación.